10 de noviembre de 2006

Bizarre (but fun) ride

Este año las lluvias tardaron un poco en irse pero finalmente cesaron, así que fuimos (28 de Octubre) a la ruta de Atemajac para intentar una variante con una supuesta vista panorámica espectacular. Cuál fué nuestra sorpresa que al llegar el sábado temprano había mucha neblina y soplaba un viento frío que invitaba a regresar inmediatamente a la cama... pero ya que, ya estábamos ahí. Arrancamos y lo bueno que el recorrido empieza con un ascenso para poder calentar. La neblina muy cerrada, en momentos no se podía ver más allá de 5-10mts. Por supuesto, no tenía sentido recorrer la variante hacia el mirador así que procedimos con la ruta "normal". Y de pronto... en una subida comienzo a sentir que la llanta trasera de mi bicicleta golpea en seco. "Ey, momento... ¿qué está pasando?". Me detengo y veo el amortiguador trasero: prácticamente sin aire.



"¡Joder! Y justo a mitad del recorrido, "#$%&...". Intentamos echarle aire con alguna de las bombas para inflar llantas pero nada, el acceso a la válvula es complicado, además que se requiere mucha presión. En eso Jimmy comenta que trae unos cartuchos de CO2 con un adaptador algo ya "viejito" por el uso pero que afortunadamente fué posible acoplar con la válvula del amortiguador. Dos cartuchazos (me refiero al CO2) y ¡listo! El amortiguador se extendió lo suficiente como para continuar rodando sin problemas. Uuuffff... y yo que ya me estaba haciendo a la idea de regresarme a patín.

Reiniciamos y pensé en regresarme vía corta para evitar que el amortiguador se desinflara nuevamente pero después de un rato, al ver que no perdía aire, decidí continuar con el grupo... y vaya que valió la pena. ¿Por qué? Los dejo con este video para que lo comprueben con sus propios ojos...



Ya al final del recorrido, Abraham, Raúl, Arturo y su servilleta nos quedamos para ir a comer con Doña Eva (¿es ese su nombre? Creo que sí), que'sque "bueno, bonito y barato". Mientras, dejé mi auto en una llantera para que revisaran una llanta que venía baja. Una vez satisfecho el apetito voraz después de una buena pedaleada, crucé el umbral hacia lo surreal: $60 pesos la cuenta de los cuatro. "¿Qué, qué?". Claro, no nos sirvieron 3 kilos de bisteces, pero definitivamente raya en lo ridículo lo que le cobran a uno aquí después de hartarnos de sopes, tacos y demás.

Y para completar el cuadro surrealista, al ir por mi auto Abraham me hace notar que el mecánico que arregla las llantas trae un pantalón blanco... que en realidad ya no es blanco. ????? Definitivamente, un paseo sui generis.







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