Un grupo bien nutrido (éramos unos 40-50 ciclistas) a convocatoria de Gerardo Vergara, aunque nosotros íbamos en calidad de "agregados culturales". El día comenzó bien tempranito como se requiere para una excursión de este tipo: 4:50 sonó el despertador. Luego a casa de Octavio con todo y chivas. Trepamos bicis a su camioneta y de ahí al negocio de Gerardo, punto de reunión para la partida. Breve desayuno y arrancan. Llegamos antes que el grupo principal al lugar donde comenzaría la rodada, lo que nos dió buen tiempo para prepararnos con toda calma. Una vez todos reunidos y listos con bicicletas y suplementos para la rodada, nos acomodamos para la foto del recuerdo y ahora sí ¡a pedalear se ha dicho!
Kms. 1 al 10: sentí el rigor de la arrancada. Además, no me acababa de adaptar al clima; a veces me daba frío, a veces mucho calor por la subida. Sentía el esfuerzo en las piernas. Llegué a pensar "¿podré llegar a la meta?". Vaya que es difícil este ascenso.
Km. 12: la buena, ya había agarrado ritmo; la mala, el terreno se complicó. Mucha piedra suelta y tramos muy irregulares. Aparte de la subida, la altura y la falta de condición, manejo técnico. A veces sí podía pero en otras de plano era mejor bajarse de la bicicleta.
Km. 14: ya no es lo duro, sino lo tupido. Voy rodando a 4.5 Km/Hr. No sé que me cansa más, si pedalear o irme sacudiendo las hormigas que se me suben a cada rato...
Km. 15: el cansancio y el hambre se juntan y obligan a un descanso. Unas galletas, un electrolit y unos minutos para estirar las piernas. Ya solo faltan 5 Kms., pero el físico ya no responde igual.
Km. 16.5: "los calambres llegaron ya, y llegaron bailando cha-cha-chá...". Parada obligatoria para estirar las piernas.
Km. 18: para entonces ya pasó lo peor del terreno y la pendiente se aligera, pero ante la posibilidad de un calambre hay que mantener el esfuerzo moderado. Me encuentro a Gerardo y una camioneta, me ofrecen Gatorade. Bienvenido. "Ya solo faltan 2 Kms." me dicen y me animo. Pero a los 300 Mts. viene una buena subida. Ni hablar, no estamos para hacerle al héroe; a caminar y empujar la bici.
Km. 20: ¿no que ya solo faltaban 2 Kms.? Vaya desilusión... finalmente veo el reflejo del sol en los cristales de un vehículo y doy las últimas pedaladas. Ahí estan Mónica, Octavio, y Rafael como esperando a ver a qué hora llegaba. A pesar de todo, lo logré.
Cambio de ropa y a comer se ha dicho: manzana, tostadas de soya y atún y coca-cola. Aaahhhh, qué bien cae una bebida azucarada. Y claro, a descansar las piernas y el trasero; no sé qué me dolía más. Llegó entonces la hora de descender: ahora más ligeros, no había necesidad de cargar mochila. Solo llené un ánfora y listo. Procuramos bajar al mismo ritmo, ya que es de cuidado por el cansancio, la velocidad que se puede agarrar y el terreno que en partes está complicado. Aunque también esto ofrece la ventaja de un descenso más divertido, por el manejo que se requiere. Al principio apenas y podía apoyarme en el asiento, realmente me dolían mucho las nalgas. Bien dicen que la bicicleta es muy celosa. En la bajada nos encontramos un grupo nutrido de cuatrimotos, una de ellas hasta con sonido estéreo... vaya, creo que solo le hacía falta el aire acondicionado. Así hasta yo subo. Proseguimos muy atentos del terreno, era relativamente fácil cometer un error, y más con los cambios de luz y sombra que había. Algo era garantizado: tragar polvo. En esta época del año, es parte integral del ciclismo de montaña.
De pronto un montículo; no tomo el suficiente impulso y me quedo a la mitad. Atrás viene Rafa y me grita "voy", me hago a un lado, agarra impulso y de repente nomás se oye "crack-crack-crack". Tronó desviador. O mejor dicho, la pata del desviador. Resulta que había muchos palos de diferentes tamaños y seguramente atrapó uno de ellos que hizo palanca y acabó por fastidiar su bicicleta. Afortunadamente ya solo faltaban 6 Kms y de pura bajadita. Me tocó hacerla de mecánico, aunque debo dar crédito a quien lo merece: si no es por la fuerza bruta de Octavio (más bruta que fuerza) no habría podido quitar el desviador. En fin, se quedó con una sola velocidad pero parecía lo contrario, ya que el Rafa bajó de tal manera que ni el polvo le vimos.
Ya sin mayores vicisitudes llegamos al punto de partida y de ahí al restaurant para una merecida comida. Finalmente, llegamos a Guadalajara alrededor de las 21:00. Una rodada definitivamente pesada, complicada y sufrida, pero valió la pena. Y claro, la convivencia con buenos amigos. Así fué...
Fotos de la rodada |